Sin embargo, Benedicto XVI expresó tiempo después su desacuerdo con su predecesor, criticó a Bob Dylan y agregó que “el rock es obra de Satán”, el líder de la Iglesia Católica dijo preferir a compositores como Mozart y Bach.
El entonces cardenal tuvo que resignarse, porque Juan Pablo II impuso su criterio.
“Es verdad, la respuesta a las cuestiones de nuestra vida «soplan con el viento, pero con el viento que sopla el espíritu y no el viento que dispersa todo como un torbellino vacío”. Dijo el Papa Juan Pablo II durante un discurso luego del concierto, parafraseando la famosa canción de Dylan.
A Benedicto XVI, que dicho sea de paso es un consumado pianista clásico, no le gustaba, ni le gustara jamás el rock y trató por todos los medios de que el concierto con Dylan nunca se celebrara. “Tenía razones para ser escéptico”, escribe el actual Papa en el libro Juan Pablo II, mi amado predecesor.
La relación entre el rock y el satánico proviene desde los mismos orígenes del movimiento musical en la década de los cincuenta, donde pioneros como Elvis Presley o Jerry Lee Lewis fueron duramente atacados por la Iglesia Católica por supuestamente difundir el mensaje del maligno.
Antes el blues ya había sido objeto de persecución por las buenas conciencias blancas norteamericana que consideraba aquella música como peligrosa para la moral.
A finales de la década de los sesenta, el rock y las nuevas «amenazas» llegaban desde Inglaterra, en donde The Rolling Stones con álbumes como “Their Satanic Majestic Request” y su clásico “Sympathy for the devil ” arrasaban en todas las listas de éxitos y en sus giras..
The Beatles, tras sus experiencias con gurús hindúes llegaban a los primeros lugares de las listas de popularidad con con The White Album en el que, según los defensores de la existencia de mensajes satánicos ocultos, aparecen los primeros mensajes subliminales en las canciones Revolution 1 y Revolution 9.
Sin embargo, este no es el único caso que sería utilizado oír los medios y la sociedad acusadora para demostrar que quien utiliza la energía del demonio acaba siendo consumida por su eterna maldad.
John Bonham de Led Zeppelín, Brian Jones de The Rolling Stones, Bon Scott de AC-DC o el propio Jimi Hendrix, muertos todos en extrañas o crueles circunstancias, sirven para alimentar el mito del pacto de los músicos con Satanás
Mike Jagger y Keith Richards, de los Stones, llegaron a ser considerados la reencarnación de Lucifer y su ayudante Belcebú por parte de algunos de sus fans, llegando incluso a interesarse por proyectos cinematográficos como “Lucifer rising o Invocation of my demon brother”, que finalmente nunca se llevaron a cabo.
Otra banda inglesa de principios de los setenta, acusada de invocar a Satanás en todos sus discos, fueron los precursores del heavy metal, Black Sabbath, cuyo cantante, Ozzy Osbourne, pasaría a ser en los ochenta el principal enemigo de muchas organizaciones cristianas norteamericanas tras grabar canciones como Mr. Crowley, dedicada a un supuesto mago «negro» de nombre Aleister Crowley que, a principios del s. XX, había fundado su propia religión tras pertenecer a diversas sociedades secretas, llegando a reunir en la abadía italiana de Cefalu a sus correligionarios donde practicaban ritos satánicos, en los que se mezclaba el sexo y la sangre.
Sin embargo entre todos los dimes y diretes que se han ocurrido alrededor de la banda y su fanatismo alrededor de la magia negra, su vocalista Ozzy Osbourne declararía en su autobiografia: “La compañía de grabación escogió poner una cruz al revés en la portada del álbum y así las personas prontamente asociarían a nuestra banda Black Sabbath con el Satanismo. Nosotros no quisimos saber nada de poner ese símbolo, pero la compañía de grabación insistió pues decían que era un gran método de comercialización sabio y acertado”.
Judas Priest también fue objeto de una demanda al considerar que su disco Stained Class inspiró el suicidio de un par de adolescentes, en el caso de la matanza del Instituto Columbine, se llegó a acusar a Marylin Manson de incitador a la violencia en las aulas, al final ambas demandas fueron declaradas improcedentes.